jueves, 11 de noviembre de 2010

Oración: Enséñame a Adaptarme


Ven Espíritu Santo, porque cuando llueve añoro el sol, cuando hace calor, deseo el aire fresco; cuando estoy solo extraño a mis amigos; cuando estoy con ellos desearía la calma de la soledad. Nunca estoy del todo conforme con la vida.

Ven Señor a sanar a esta pobre criatura insatisfecha, que no sabe adaptarse, que no sabe valorar lo bueno de cada cosa, la belleza de cada momento.

Ven a darme un corazón abierto y optimista, capaz de recibir lo que tú me regalas, cuando tú lo regalas y como tú quieras regalarlo.

Hoy mismo enséñame a valorar el bien de este día así como es, sin exigir otra cosa. Enséñame a entregarme en estas circunstancias que me tocan vivir, y muéstrame que también de esto que me está sucediendo puedo aprender algo, puedo sacar algo bueno.

Ven Espíritu Santo.
Amen
(aporte de Alejandra)

lunes, 8 de noviembre de 2010

Mantenerse Firmes

Lc 21, 5-19: Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

Como algunos, hablando del templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: "De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido". Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto y cuál será la señal de que va a suceder?". Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi nombre diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin". Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo. Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas".
Palabra del Señor.

La belleza de la fe
Comentario de Víctor Manuel Fernandez

Algunos judíos, sobre todo los sacerdotes, estaban apegados al templo, a su belleza y a sus adornos. Y por estar en el templo, creían que estaban cerca de Dios, cuando en realidad sus corazones quizás estaban muy lejos de él, no lo amaban, no lo adoraban sinceramente. Jesús anuncia que el templo sería destruido, que no quedaría piedra sobre piedra.

El mayor orgullo de los habitantes de Jerusalén no iba a ser eterno, sino que su fin estaba cercano. Y a esos que contemplaban admirados el templo, les dice que finalmente todo se termina.

No interesa saber cuándo. Lo importante es vivir con esa conciencia, para no aferrarse a nada. Luego Jesús anuncia a sus discípulos que a ellos los espera un desafío particular: la incomprensión, los rechazos, las burlas, los desprecios sociales.

Identificarse con Cristo implica también aceptar esa incomprensión. Porque la fe es creer en algo que no responde a la mentalidad del mundo, y por eso a veces el mundo reacciona tratando de eliminar o acallar la voz de los creyentes; a veces persiguiéndolos de las maneras más sutiles, a veces ridiculizando sus convicciones.

Pero Jesús invita a los creyentes a descubrir que esas situaciones de oposición son ocasiones, son verdaderas oportunidades para anunciar la belleza de su fe, para exponer a otros lo que verdaderamente creen.

Esa confesión de la propia fe en los momentos particularmente difíciles es ante todo obra de Dios; él sólo necesita un discípulo dispuesto y valiente. En estas persecuciones, a veces hay que estar preparado para soportar burlas que no vienen de extraños, sino del propio lugar que uno ama, de la propia familia, de los amigos que uno lleva en el corazón. En esas ocasiones, hay que tener claro qué es lo que le da el sentido profundo a la propia vida. Manifestarles lo que creemos aunque ellos lo rechacen será una manera de amarlos en serio, sin ocultarles la verdad de nuestro corazón.
P. Víctor M. Fernández
(aporte de Alejandra)

8va. Colecta Nacional de Alimentos

Por octavo año consecutivo se realizará la Colecta Nacional de Alimentos, organizada por la Red de Bancos de Alimentos con el apoyo de Carrefour, Vea y Walmart. ¡Ya contamos con más de 900 voluntarios! Quedan 100 vacantes: ¡anotate pronto! Escribí a
rrhh@bancodealimentos.org.ar

La colecta tendrá lugar el sábado 13 de noviembre en 58 sucursales de Capital y Gran Buenos Aires, con lo cual esperamos tener un récord en recolección de alimentos que ayude a nuestras organizaciones en su tarea diaria. Todos los bancos de alimentos del país van a participar, cada uno en su área de influencia, de esta acción que aúna esfuerzos en la lucha contra el hambre. Los voluntarios deberán cubrir todas las sucursales de Buenos Aires, en turnos de 4 horas.
Súper Vea duplicará la cantidad de alimentos donados por sus clientes, mientras que Walmart donará 30 mil pesos para la compra de alimentos. Además, La Serenísima asegurará una ración de yogures y postres para las 155.000 personas beneficiarias de los Bancos de Alimentos.

Tu actividad como voluntario consistirá en invitar a los clientes que lleguen a donar un alimento no perecedero e informar acerca del trabajo y la misión de la Fundación en Buenos Aires.

Podrás elegir la sucursal y el horario que más te convenga (turnos de 4 hs. entre 8.30 y 21 hs.) y, previamente, recibirás una capacitación donde podrás evacuar todas las dudas que tengas. Necesitamos especialmente voluntarios que se ofrezcan a ser coordinadores. En cada turno habrá entre tres y cuatro voluntarios, y un coordinador que se hará especialmente responsable por los materiales que se utilizan y los alimentos que se reciben, y que entregará todo esto al coordinador del turno siguiente.
¡Tu trabajo es fundamental para que más comedores reciban alimentos!
Para cubrir todas las sucursales de Buenos Aires, necesitamos la ayuda de ¡1000 voluntarios! Ya hemos reclutado más de 900.
¡Animate a ser parte!
Si querés sumarte o tu empresa quiere ser parte, enviá un mail a
rrhh@bancodealimentos.org.ar
indicando la zona en que querrías colaborar y aclarando en el asunto "Colecta".¡Muchas gracias!

¿Qué es la Colecta Nacional de Alimentos?
Es una acción destinada a difundir la tarea que realizan los bancos de alimentos y a recolectar alimentos.Se realiza de manera simultánea en todas las ciudades donde hay bancos de alimentos que integran la Red Argentina de Bancos de Alimentos.

Un Pensamiento sobre la Verdad de Nuestro Destino de seres humanos

Mensaje de monseñor Ramón A. Dus, obispo de Reconquista, con motivo de la Solemnidad de todos los santos y Conmemoración de los fieles difuntos (1-2 de noviembre de 2010)

La Conmemoración de nuestros seres queridos que han partido nos trae la nostalgia de su presencia, y también la conciencia que un día hemos de partir. La muerte sella la verdad de nuestros límites.Agradecidos a la Vida, por el don inmerecido que gozamos, todos igualmente sentimos el impulso de aprovecharla en el modo más digno y fecundo. Seguramente por esto la tradición cristiana colocó antes del recuerdo de nuestros muertos y de nuestro destino final, la fiesta, o mejor la solemnidad de todos los santos (el 1 de noviembre).

Los santos, aunque a veces desconocidos para su tiempo, son y han sido cristianos que supieron vivir, muriendo a sí mismos. Supieron vivir su existencia impregnándola de amor, de bondad y de un entrega transformadora. Una entrega transformadora de sí mismos y de su medio social por las obras que emprendieron y que les sobrevivien.O tal vez, y quizás mejor y simplemente sea por la obra de su misma vida hecha ofrenda que hace válido todo gesto que emprendieron.

Santo es el que ama.

Santo puede ser quienquiera que escuche esa voz interior que lo estimula a la bondad, y se deja guiar por ella.


Santidad es hacer luminosa la vida. Es encontrar una razón alegre para emprender cada mañana la tarea propia, esa que depende especialmente de mí: esa vocación íntima.

Santidad es mantenernos íntegros y coherentes en los valores a pesar de todo. Es no dejarnos corromper por favores, intereses o ventajas. Es perseverar en la honestidad para romper el círculo vicioso de los pequeñas o grandes actos de corrupción.

Entonces, así, aunque a veces luchando y sufriendo, la vida entusiasma, para gastarla y hacerla ofrenda, agradecidos al Dios de la Vida. Por todo esto, la muerte, entonces, aún con su cuota de temor que infunde, se puede transformar, se transforma en la puerta de la gloria. (Puerta de la gloria en Dios, para entrar en el gozo del Señor; y también la muerte es y puede ser puerta de la gloria en la memoria de hombres y mujeres que necesitan de testimonios, para vivir el heroísmo cotidiano).

Que el Señor nos conceda a todos transitar el camino de la historia que construimos cada día, con el evangélico sentido de la entrega; porque de ese modo allí, en el lugar propio donde hoy estamos, nos dignificamos, nos ennoblecemos y porque también nos necesitamos recíprocamente, en esta árdua tarea, que es justamente vivir.

(aporte de Pablo que nos dice "Amigos de Marana-tha; les quiero compartir este texto que me gusto muchisimo por su conexion directa entre nuestra Vida terrenal y espiritual; les deseo que llegue tan profundo como lo fue para mi; un abrazo grande para Todos!")

martes, 2 de noviembre de 2010

No es Dios de muertos, sino de vivos

SANTO EVANGELIO Lc 20, 27-38
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: "Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella." Jesús les contestó: "En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob". No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos." Palabra del Señor.


Comentario del Santo Evangelio
Muy difundida está la opinión de que la vida en este mundo, donde hemos nacido y moriremos, donde comemos y bebemos, donde nos casamos, trabajamos y acumulamos (cf. 17,27-28), es nuestra única vida. Con una cierta duración —más o menos breve—, esta vida acaba con la muerte. Más allá de la muerte no hay otra vida para nadie, ni en este mundo ni en ningún otro.

En tiempos de Jesús, eran los saduceos quienes mantenían esta opinión. Creían que Dios había creado el mundo y a los hombres. Creían también que, por mediación de Moisés, Dios había dado la Ley al pueblo de Israel, para que pudiera llevar en este mundo una vida ordenada, en conformidad con la voluntad divina. Pero, según ellos, por encima del mundo actual y de la vida en este mundo, Dios no puede ni quiere hacer nada. El israelita vive su vida, recibida de Dios, bajo la ley y, de este modo, en relación con Dios. Cuando muere, termina su vida y termina también su relación con Dios. La historia que los saduceos cuentan a Jesús (20,29-33) pretende justificar su manera de pensar. Los siete hermanos actúan precisamente como prescribe Dios, a través de Moisés, en la ley del levirato (Dt 25,5-6). Suponiendo que los muertos resuciten y que sigan vigentes las condiciones del mundo actual, la mujer tendría siete maridos. Es una situación absurda, no prevista ni regulada por ninguna ley de Moisés. De esta situación deducen los saduceos que Dios no ha previsto la resurrección y que esta no se da.

La resurrección sigue siendo negada por muchos en nuestros días. Cuando se ofrecen las razones de esta negación, difícilmente se recurre al argumento de los saduceos, pero por lo general la argumentación descansa sobre el mismo presupuesto. Se parte de que continúan nuestras relaciones tal como las conocemos en nuestro mundo actual. Resulta inimaginable entonces que esto pueda ser así para siempre: ¿dónde puede asentarse este innumerable batallón de seres humanos?, ¿cómo pueden organizarse?, ¿qué pueden hacer en esa vida sin fin?

Jesús defiende, como los escribas (cf. 20,39), la resurrección de los muertos. No se ocupa directamente de la pregunta de los saduceos, sino que se centra en refutar sus presupuestos (20,34). Señala después algunas características de la vida en el mundo futuro (20,35-36) y remite a Moisés, aduciéndolo a su favor (20,37-38). Contesta la idea de que Dios no haya previsto otras condiciones que las que rigen la vida de los hombres en el mundo presente. En el mundo actual, los hombres se casan. Pero Dios, que ha creado este mundo, quiere y da una vida que se realiza bajo otras condiciones, una vida caracterizada entre otras cosas por el hecho de no tener ya necesidad del matrimonio. Con este presupuesto, la argumentación de los saduceos pierde todo su valor.

Tras repetir que los hombres ya no se casarán, Jesús recuerda algunas características de este mundo nuevo: los hombres tampoco morirán, serán como ángeles, serán hijos de Dios. Jesús habla de «los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos» (20,35). El puede hablar del mundo futuro, porque conoce a Dios y conoce las intenciones de Dios. Lo que Jesús dice sobre el mundo nuevo es ante todo revelación sobre Dios. Como el mundo actual y todos los que viven en él dependen de Dios, así también la participación en el mundo futuro es un don de Dios. Su poder no ha quedado agotado con la creación del mundo actual. El conduce más allá de este mundo y da la resurrección y la vida nueva a quienes considera dignos de estos dones. Jesús no habla aquí de una genérica supervivencia después de la muerte. Limita su revelación a los que son aprobados en el juicio de Dios, a los que él considera dignos de participar en la vida nueva.

Los saduceos eran los más conservadores en el judaísmo de la época de Jesús. Pero sólo en sus ideas, no en su conducta. Tenían como revelados por Dios sólo los primeros cinco libros de la Biblia, los que ellos atribuían a Moisés. Los profetas, los escritos apocalípticos, todo lo referente por tanto al Reino de Dios, a las exigencias de cambio en la historia, a la otra vida, lo consideraban ideas “liberacionistas” de resentidos sociales. Para ellos no existía otra vida, la única vida que existía era la presente, y en ella eran los privilegiados; por eso, no había que esperar otra.

A esa manera de pensar pertenecían las familias sacerdotales principales, los ancianos, o sea, los jefes de las familias aristocráticas y tenían sus propios escribas que, aunque no eran los más prestigiados, les ayudaban a fundamentar teológicamente sus aspiraciones a una buena vida. Las riquezas y el poder que tenían eran muestra de que eran los preferidos de Dios. No necesitaban esperar otra vida. Gracias a eso mantenían una posición cómoda: por un lado, la apariencia de piedad; por otro, un estilo de vida de acuerdo a las costumbres paganas de los romanos, sus amigos, de quienes recibían privilegios y concesiones que agrandaban sus fortunas.

Los fariseos eran lo opuesto a ellos, tanto en sus esperanzas como en su estilo de vida austero y apegado a la ley de la pureza. Una de las convicciones que tenían más firmemente arraigada era la fe en la resurrección, que los saduceos rechazaban abiertamente por las razones expuestas anteriormente. Pero muchos concebían la resurrección como la mera continuación de la vida terrena, sólo que para siempre.

Jesús estaba ya en la recta final de su vida pública. El último servicio que estaba haciendo a la Causa del Reino -en lo que se jugaba la vida-, era desenmascarar las intenciones torcidas de los grupos religiosos de su tiempo. Había declarado a los del Sanedrín incompetentes para decidir si tenían o no autoridad para hacer lo que hacían; a los fariseos y a los herodianos los había tachado de hipócritas, al mismo tiempo que declaraba que el imperio romano debía dejar a Dios el lugar de rey; ahora se enfrentó con los saduceos y dejó en claro ante todos la incompetencia que tenían incluso en aquello que consideraban su especialidad: la ley de Moisés.

La posición de Jesús en este debate con los saduceos puede sernos iluminadora para los tiempos actuales. También nosotros, como sociedad culta que actualmente somos, podemos reaccionar con frecuencia contra una imagen demasiado fácil de la resurrección. Cualquiera de nosotros puede recordar las enseñanzas que respecto a este tema recibió en su formación cristiana de catequesis infantil, la fácil descripción que hasta hace 50 años se hacía de lo que es la muerte (separación del alma respecto al cuerpo), lo que sería el juicio particular, el juicio universal, el purgatorio (si no el limbo), el cielo y el infierno... La teología (o simplemente la imaginería) cristiana, tenía respuestas detalladas y exhaustivas para todos estos temas. Creía saber casi todo respecto al más allá y no hacía gala precisamente de sobriedad ni de medida. Muchas personas «de hoy», con cultura filosófica y antropológica (o simplemente con «sentido común actual») se ruborizan de haber creído semejantes cosas, y se rebelan, como aquellos saduceos coetáneos de Jesús, contra una imagen tan plástica, tan incontinente, tan maximalista, tan segura de sí misma. De hecho, en el ambiente general del cristianismo, se puede observar un prudente silencio sobre estos temas otrora tan vivos y hasta discutidos. No hablamos ya de los difuntos -en el acompañamiento a las personas con expectativas próximas de muerte, o en las celebraciones en torno a la muerte- de la misma manera que hace unas décadas. Algo se está curvando epistemológicamente en la cultura moderna, que nos hace sentir la necesidad de no repetir sin más lo que nos fue dicho, sino de revisar y repensar lo que podemos decir/saber/esperar.

Como a aquellos saduceos, tal vez hoy Jesús nos dice también a nosotros: «no saben ustedes de qué están hablando...». Qué sea el contenido real de lo que hemos llamado tradicionalmente «resurrección» no es algo que se pueda describir, ni detallar, ni siquiera «imaginar».

Tal vez es un símbolo que expresa un misterio que apenas podemos intuir pero no concretar. Una resurrección entendida directa y llanamente como una «reviviscencia», aunque sea espiritual (que es como la imagen funciona de hecho en muchos cristianos formados hace tiempo), hoy no parece sostenible, críticamente hablando. Tal vez nos vendría bien a nosotros una sacudida como la que dio Jesús a los saduceos. Antes de que nuestros contemporáneos pierdan la fe en la resurrección y con ella, de un golpe, toda la fe, sería bueno que hagamos un serio esfuerzo por purificar nuestro lenguaje sobre la resurrección y por poner de relieve su carácter mistérico. Fe sí, pero no una fe perezosa y fundamentalista, sino seria, sobria, crítica, y bien formada.

(aporte de Lily, fuente: http://www.reflexionescatolicas.com/modules.php?name=Next2&anid=1418 )