viernes, 30 de julio de 2010

No Demos las Cosas Santas a los Perros

Evangelio: Mt 7,6.12-14

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No den a los perros las cosas santas ni echen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes y los despedacen. Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes. En esto se resumen la ley y los profetas. Entren por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y amplio el camino que conduce a la perdición, y son muchos los que entran por él. Pero ¡qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que conduce a la vida, y qué pocos son los que lo encuentran!”.


A que se refiere Jesus cuando dice que no demos las cosas santas a los perros?

Señala el don de nuestra libertad. Esta es un tesoro incalculable, una perla preciosa, que seria muy triste arrojar a las bestias de los vicios, de las adicciones, de las pasiones o incluso de los defectos consentidos.

La libertad encuentra su orientacion en la fe en Cristo, se realiza plenamente cuando se empeña en el cumplimiento de la voluntad de Dios y se concreta en el servicio a los demas. Asi se es realmente libre: cuando se ama a Dios y al projimo.

El ideal cristiano es alto: tratar a los demas como queremos que nos traten. Es hasta cierto punto normal que nuestro trato sea mejor hacia las personas mas cercanas, que aquel que tenemos por los desconocidos. Es natural amar mas a algunas personas con respecto a otras.

Por eso el Evangelio nos invita a entrar por la puerta estrecha porque la caridad exige esfuerzo, negacion de uno mismo, aceptacion de la cruz; pero es también por medio de ello que nos acercamos al cielo.

(aporte de Ignacio)

fuente: http://www.regnumchristi.org/espanol/articulos/articulo.phtml?id=26530&se=363&ca=975&te=734

lunes, 26 de julio de 2010

Los Caminos del Discípulo


El camino de Galilea a Jerusalén (Lc 9,51) es la senda del discipulado, de quien sigue a Jesús (Hch 1,21; 4,13) para estar con él y aprender de él (Mc 3,14). El camino de Jerusalén a Emaús es la ruta interior del desencanto y del abandono del seguimiento. El regreso de Emaús a Jerusalén es la senda de la escucha de la Palabra y de la fracción del pan para reconocer al Resucitado y vivir en comunión con él. El camino de Jerusalén hasta los extremos de la tierra (Hch 1,8) es la senda del misionero, es decir, del Espíritu que suscita testigos del Señor resucitado (4,31; ver Mc 3,13-14).

Los “caminos” por donde transita el discípulo se convierten así en itinerarios o caminos pascuales que conducen de la falta de fe y de la desesperanza al reconocimiento de Jesucristo vivo y a su anuncio gozoso.

(fuente: http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:8JQRJ5jnk8cJ:www.iglesia.cl/portal_recursos/eclesial/biblia/docs/itinerario_septiembre.doc+%22el+camino+de+jerusalem+a+los+extremos+de+la+tierra+es+la+senda+del+misionero%22&cd=1&hl=es&ct=clnk&gl=ar)

El final del Año Litúrgico

(Por Celia Escudero, aporte de Pablo al día siguiente de nuestro primer retiro, nov. 2009)

Sólo un par de domingos nos separan del final del Año Litúrgico. Los textos de la Palabra que la Iglesia nos propone para proclamar y reflexionar, se refieren al fin de la historia, a los últimos tiempos durante los cuales tendrá lugar la segunda venida del Señor. Sería más correcto decir su manifestación final como Resucitado Glorioso, ya que según sus propias palabras, sigue con nosotros, aunque no lo veamos.

Las lecturas de este final del Año Litúrgico en sus temas, se relacionan con las lecturas propias del Adviento en sus primeros domingos. Todas hablan de una u otra manera, de la venida del Señor. Se entretejen textos del Antiguo y del Nuevo Testamento, con voces de los profetas y de Juan el Bautista, que nos hablan de preparación, de espera, de esperanza.

Los hombres estamos sujetos al tiempo, que nos marca un comienzo y un fin, Dios no tiene tiempo, su plan de salvación, se sigue desarrollando, avanza siempre, aunque a veces nos resulte difícil visualizarlo y entenderlo, sobre todo en los tiempos de crisis, de cambio.
El que los textos nos presenten los tiempos finales de la historia, supone que desde la fe deberíamos verlos como la culminación de la gran Pascua de la humanidad hacia la vida para siempre, definitiva, que dejará atrás la historia. Nos verá a muchos hombres gozando de lo que hemos esperado expresamente, a otros, muchos también, alcanzando algo anhelado, intuido, sin saber muy bien que, ni por qué.

Para nosotros creyentes, esta preparación supone, compromiso, exigencia y algo difícil mucha esperanza. Esperamos la culminación del Reino, anunciado y comenzado por Jesús. Los cristianos esperamos esa manifestación definitiva de Cristo, pero debemos vivir tratando de hacer lo que él hizo, no permitir que la enfermedad, la pobreza, la marginación y cualquier situación que degrada al hombre, sean algo que admitido como inevitable. No olvidemos que el Resucitado es el previamente Crucificado y que sigue crucificado hoy en todo ser humano que sufre, (Mt 25,31-46).

La esperanza no es contentarnos con una falsa seguridad de ser buenos, porque hacemos determinadas cosas. Nosotros también debemos enfrentar en nuestra vida el dolor, nuestros errores y pecados, la muerte. No nos libramos de ser también crucificados, para poder algún día ser los resucitados.

La esperanza esta inseparablemente unida a la fe y al amor, dones de Dios. Lo que se nos dio gratuitamente no es para que lo escondamos con miedo a perderlo, debemos vivirlo para que crezca. El vivirlo es cada día, en lo cotidiano de la vida, la familia, la sociedad, el momento histórico, cosas que muchas veces nos disgustan, y no nos damos cuenta que nosotros también colaboramos para que sean como son. Pero sabemos que el Señor está con nosotros.

Es ésta, nuestra humana realidad a la que la Palabra de Dios invita a convertir, a corregir, a cambiar. El momento en que Daniel o Jeremías escribían, era para el antiguo pueblo de Dios, igualmente confuso y difícil como lo es el nuestro, pero ellos anunciaban al pueblo la seguridad de que el Señor vendría. Los evangelios nos advierten también de cuidarnos de los falsos Mesías y profetas, es decir de los que sólo anuncian calamidades y castigos, o proponen una falsa vida cristiana, supuestamente espiritual, que se automargina de la vida real y de la historia.

Ser cristianos es seguir al Crucificado-Resucitado, caminando con confianza y esforzándonos en que también sea con tranquila alegría, aunque cueste.

jueves, 22 de julio de 2010

Secuencia del Espíritu Santo

Ven Espíritu Santo
y envía desde el cielo
un rayo de tu luz.

Ven Padre de los pobres,
ven a darnos tus dones,
ven a darnos tu luz.

Consolador lleno de bondad,
dulce huésped del alma,
suave alivio para el hombre.

Descanso en el trabajo,
templanza en las pasiones,
alegría en nuestro llanto.

Penetra con tu santa luz
en lo más íntimo
del corazón de tus fieles.

Sin tu ayuda divina
no hay nada en el hombre,
nada que sea inocente.

Lava nuestras manchas,
riega nuestra aridez,
cura nuestras heridas.
Suaviza nuestra dureza,
enciende nuestra frialdad,
corrige nuestros desvíos.

Concéde a tus fieles,
que en tí confían,
tus siete sagrados dones.

Premia nuestra virtud,
salva nuestras almas,
danos la eterna alegría.

Amén. Aleluia.

Fragmentos de Carta a Proba (San Agustín)

  • Al hablar con Dios, alabemoslo de entrada, antes de pedirle nada, pero desde lo hondo del corazon.
  • Lo que se debe pedir: una vida feliz
  • Querer lo que no conviene es lo mas miserable que hay, y no alcanzar lo que queres no es tan triste como querer conseguir lo que no conviene.
  • Es feliz aquel que tiene todo lo que desea y no desea nada que no convenga.
  • No me des riqueza ni pobreza, concedeme que tenga lo sufiente de lo que es necesario, no sea que una vez saciado me vuelva mentiroso y diga: “Quien me ve?” O si caigo en la pobreza, robe y profane el nombre de mi Dios.
  • Hay que orar para conservar a los que retribuyen nuestro amor amandonos santa y limpiamente, y si no las tenemos hay que orar para conseguirlas.
  • Hay que orar por la integridad (vida, salud, pureza de espiritu y cuerpo) y la amistad (a todos aquellos a quien se debe afecto)
  • Dios nos impulsa a pedir, buscar y llamar.
  • Hay que orar mas con gemidos y lagrimas que con palabras.
  • Dios ya sabe lo que necesitamos pero para nosotros las palabras son necesarias para que nos hagan recordar y miremos atentamente que es lo que pedimos.
  • Que la persona por lo menos sienta vergüenza de pedir lo que no se avergüenza de desear.
  • El fin del precepto es la caridad de un corazon puro, la buena conciencia y la fe no fingida.
  • Al Señor se lo busca con las obras.
  • Lucha por vencer a este mundo con la oracion. Ora con fe, esperanza, amor, insistencia, paciencia.
  • Que cada uno haga lo que pueda. Por lo tanto, el que pueda menos, no impida al que puede mas y el que puede mas, no exija al que puede menos. La conciencia se debe a Dios y entre Uds no se deban nada sino el amor mutuo.
  • Primero es el Credo, para saber que deben creer. Luego el Padrenuestro, donde conocen a quien invocar.
  • Si pides males para tus enemigos, tu oracion se convertira en pecado.
  • Se debe pedir la vida humana. No esta permitido pedir otra cosa que lo que en el Padrenuestro esta escrito.
  • Si falta la fe, la oracion perece. Creamos entonces para poder orar. Y para que no decaiga la fe mediante la cual oramos, oremos. De la fe fluye la oracion y la oracion que fluye suplica firmeza para la misma fe. Entrar en tentacion es salirse de la fe.

miércoles, 21 de julio de 2010

Video: Canción Pescador de Hombres

(aporte de Lily)
Si no puede visualizar haga click aqui:


Oración: Al amparo del Altísimo, a la sombra del Poderoso

(aporte de Ronnie)
La protección divina en medio de los peligros

91:1 Tú que vives al amparo del Altísimo y resides a la sombra del Todopoderoso,
91:2 di al Señor: "Mi refugio y mi baluarte, mi Dios, en quien confío".
91:3 Él te librará de la red del cazador y de la peste perniciosa;
91:4 te cubrirá con sus plumas, y hallarás un refugio bajo sus alas.
91:5 No temerás los terrores de la noche, ni la flecha que vuela de día,
91:6 ni la peste que acecha en las tinieblas, ni la plaga que devasta a pleno sol.
91:7 Aunque caigan mil a tu izquierda y diez mil a tu derecha, tú no serás alcanzado:
91:4c su brazo es escudo y coraza.
91:8 Con sólo dirigir una mirada, verás el castigo de los malos,
91:9 porque hiciste del Señor tu refugio y pusiste como defensa al Altísimo.
91:10 No te alcanzará ningún mal, ninguna plaga se acercará a tu carpa,
91:11 porque él te encomendó a sus ángeles para que te cuiden en todos tus caminos.
91:12 Ellos te llevarán en sus manos para que no tropieces contra ninguna piedra;
91:13 caminarás sobre leones y víboras, pisotearás cachorros de león y serpientes.

Oráculo del Señor
91:14 "Él se entregó a mí, por eso, yo lo libraré; lo protegeré, porque conoce mi Nombre;
91:15 me invocará, y yo le responderé. Estaré con él en el peligro, lo defenderé y lo glorificaré; 91:16 le haré gozar de una larga vida y le haré ver mi salvación".

Oración de San Francisco

Señor,

haz de mí un instrumento de tu paz:
donde haya odio, que yo lleve el amor;
donde haya ofensa, que yo lleve el perdón;
donde haya discordia, que yo lleve la unión;
donde haya duda, que yo lleve la fe;
donde haya error, que yo lleve la verdad;
donde haya desesperación, que yo lleve la esperanza;
donde haya tristeza, que yo lleve la alegría;
donde haya tiniebla, que yo lleve la luz.

Oh, maestro, haz que no busque
ser consolado, como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.

Porque es dando como se recibe;
es perdonando, como se es perdonado;
y muriendo se resucita a la vida eterna.
Amén.

Video: Canción del Alfarero

(aporte de Lily)
Si no puede visualizar haga click aqui:
http://www.youtube.com/watch?v=NvSO8Ld9Vc4&feature=related

Una Pascua Diferente



(Por Ronnie)
A lo largo de varias décadas, la Semana Santa significó para mi, un tiempo de descanso, de turismo o de práctica deportiva. En los pocos años que llevo dentro de la Iglesia, la viví siempre como un espectador más. Como si estuviese en un estadio y ocupara mi lugar en la tribuna. Pero este año, ocurrió algo especial: tuve la gracia de poder vivirla dentro de la cancha, con mucha profundidad.

Para lograrlo, al igual que en cualquier deporte, tuve que realizar una buena pretemporada: ese tiempo de preparación física y mental, doloroso, molesto, aburrido y árido, con momentos monótonos y con cambios que no gustan, de adquisición de destrezas individuales y de prácticas de conjunto. Llevado esto a lo espiritual, la Cuaresma ha sido mi pretemporada, con las características ya descriptas, a las que debo agregar el molesto acoso del maligno tentándome permanentemente para que desistiera de seguir.

Fue fundamental para avanzar, haber concurrido a la eucaristía y a la oración comunitaria durante la mayor cantidad de veces posibles; la oración grupal semanal en el grupo de oración; y, sobre todo, que mi oración personal diaria pudiera entrar en el eterno presente de Dios, mediante técnicas de relajación y el uso de mi imaginación. Con esto, fui logrando que mi cuerpo –que siempre está presente conmigo- pudiera controlar mi enloquecida mente que se la pasaba todo el día fluyendo hacia el pasado y hacia el futuro. Como Dios me quería en el presente, en esos minutos de oración, pude encontrarme con mi corazón: ese espacio íntimo, donde están escondidas mis intenciones y donde oculto mis decisiones, que no comparto con nadie; y donde tengo guardados los proyectos que movilizan mi vida.

Imaginaba que este lugar, era una habitación impecable, luminosa, cálida, limpia y ordenada. Pero fue muy triste descubrir en realidad, que estaba en penumbras, con paredes descascaradas, el techo sucio y lleno de telarañas, y el piso lleno de una capa gruesa de mugre. Por todos lados había cajas, donde podía leer: “archivo de: enojos, faltas de perdón, resentimientos, odios, asesinatos con la lengua o con la indiferencia, adulterios, infidelidades, falsedades cobardías, mentiras, discriminaciones…; y no pude seguir leyendo más, por el desorden que había. A un costado había piedras y escombros, que decían: ídolos (dinero, fama, poder, superioridad), miedos, dudas, prejuicios, vanidades, juzgamientos, condenas por errores ajenos, comodidad, etc.

De inmediato, le pedí al Espíritu Santo que me ayudara a ordenar ese desorden; y fue allí, donde imaginé que un ángel me decía: “esto no es así, sólo vos podés ordenar esto, en la medida que vayas sacando los archivos y las piedras de la habitación. Sólo así, Jesús podrá ir ocupando con su luz los espacios que vayan quedando vacíos. Fijate, que muchos archivos son pecados ya perdonados por Dios, que nunca los sacaste de tu corazón”.

El sólo hecho de darme cuenta del problema, me despertó y facilitó el trabajo. Comencé entonces a visitar el santísimo, y empezar el arduo trabajo que seguirá pendiente y por largo tiempo.
Fue así, como pude entrar bien preparado a la cancha, donde pude tirar mis máscaras al suelo, para que Jesús las pisara durante su entrada triunfal del domingo de Ramos, al igual que el manto de los judíos; luego aceptar que me tirara abajo las mesas de mis prejuicios, inseguridades y miedos, al igual que las mesas de los cambistas; y acto seguido escuchar el anunció de la destrucción de mi corazón para construir uno nuevo, similar al anuncio de la destrucción del Templo judío.

El jueves santo, Jesús se puso a mi servicio. Me lavó los pies y me invitó a su Santa Cena. Al partir el pan, pude descubrirlo realmente, al igual que los discípulos de Emaús.

El viernes santo, todo se oscureció. Fue un momento de tristeza y de recogimiento. En cada estación de la Pasión, fui acompañando a Jesús en su camino a la muerte, y cargando por instantes su cruz.

El sábado santo, un día con poco significado aparente para mí, resultó ser clave. Pude descubrirlo en el Credo, porque luego de” muerto y sepultado”, Jesús descendió a los infiernos: el lugar del no-Dios. Imaginé entonces, que Jesús antes de resucitar se encargaba de llegar a todos los lugares con ausencia de Dios que todos tenemos, dejando su luz, a todos sin excepción, aún a las personas más siniestras. Me resultó muy movilizador, ver la acción creadora de Jesús en todos, sacando lo que está en tinieblas a la luz, pasando del caos al orden y del vacío a la plenitud. Nadie se da cuenta de esto, pasa desapercibido para todos nosotros. Durante la celebración nocturna, apareció la luz y con ella la victoria de Jesús al resucitar; que me hacía reafirmar la esperanza de mi resurrección y de la vida eterna.

Como si todo lo vivido fuera poco, luego de haber sido testigo presencial de signos y milagros de Jesús, expulsando demonios o curando los enfermos, al finalizar el día, pude vivir en el domicilio de una persona amiga y enferma, aquello que en su salmo 41 dice: “yo visitaré a los enfermos en su lecho de enfermos y lo sanaré”.
Sólo puedo pedir, que mi próxima Pascua sea lo más parecida a ésta.
Alabado sea el Señor.

miércoles, 14 de julio de 2010

Consagración al Sagrado Corazón de Jesús

(aporte de Ronnie)
En 1673, Jesús le dio a Santa Margarita María Doce (12) Promesas para las almas devotas a su Sagrado Corazón:

1. Les daré todas las gracias necesarias para su estado de vida.
2. Les daré paz a sus familias.
3. Las consolaré en todas sus penas.
4. Seré su refugio durante la vida y sobre todo a la hora de la muerte.
5. Derramaré abundantes bendiciones en todas sus empresas.
6. Los pecadores encontrarán en mi Corazón un océano de misericordia.
7. Las almas tibias se volverán fervorosas.
8. Las almas fervorosas harán rápidos progresos en la perfección.
9. Bendeciré las casas donde mi imagen sea expuesta y venerada.
10. Otorgaré a aquellos que se ocupan de la salvación de las almas el don de mover los corazones más endurecidos.
11. Grabaré para siempre en mi Corazón los nombres de aquellos que propaguen esta devoción.
12. Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos aquellos que comulguen 9 Primeros Viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final: No morirán en desgracia mía, ni sin recibir sus Sacramentos, y mi Corazón divino será su refugio en aquél último momento.


CONSAGRACION AL SAGRADO CORAZON DE JESÚS
"Señor Jesús, yo (nombre y apellido), me consagro a tu Sagrado Corazón. Consagro mi persona y mi vida, mis acciones, penas y sufrimientos, para servirte, honrarte, amarte y glorificarte. Esta es mi voluntad irrevocable: ser todo/a tuyo/a y hacerlo todo por tu amor, renunciando a todo cuanto pudiera desagradarte. Te elijo, pues, ¡Oh Sagrado Corazón!, como único objeto de mi amor, como protector de mi vida, garantía de salvación, remedio de mi fragilidad, reparador de todas las faltas de mi vida y mi asilo seguro en la hora de mi muerte. Sé, pues, ¡Oh Corazón de bondad!, mi justificación para con Dios Padre, y desvía de mí los dardos de su justa cólera.
¡Oh Corazón de amor!, pongo toda mi confianza en vos, porque aunque temo mi malicia, todo lo espero de tu bondad. Consume pues, en mí, todo lo que te desagrade o haga resistencia. Que tu puro amor se imprima en lo íntimo de mi corazón de tal modo que jamás te olvide, ni me separe de vos. Te suplico por todas tus bondades que mi nombre esté escrito en vos. Así sea".





La Sanación de un Paralítico

(aporte de Ronnie)
Evangelio de Lucas 5, 17-26


17 Un día que estaba enseñando, había sentados algunos fariseos y doctores de la ley que habían venido de todos los pueblos de Galilea y Judea, y de Jerusalén. El poder del Señor le hacía obrar curaciones. 18 En esto, unos hombres trajeron en una camilla a un paralítico y trataban de introducirle, para ponerle delante de él.
19 Pero no encontrando por dónde meterle, a causa de la multitud, subieron al terrado, le bajaron con la camilla a través de las tejas, y le pusieron en medio, delante de Jesús. 20 Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados te quedan perdonados.» 21 Los escribas y fariseos empezaron a pensar: «¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?» 22 Conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: «¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? 23 ¿Qué es más fácil, decir: "Tus pecados te quedan perdonados", o decir: "Levántate y anda"? 24 Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados, - dijo al paralítico -: "A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".» 25 Y al instante, levantándose delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa, glorificando a Dios. 26 El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles.»




Jesús, perdonó los pecados y curó a un paralítico por la fe de sus amigos. El paralítico ni abrió la boca, y hasta no parecía muy convencido. Esto nos dá una gran oportunidad: primero, observar cuántos paralíticos espirituales tenemos a nuestro lado.

Cuántas veces ante nuestros amigos, tiramos la toalla y pensamos que hagan lo que quieran con su fe. Pero no fue así como se comportaron los amigos del paralítico. No debió ser fácil para ellos conseguir llevarlo, y no se rindieron ante la imposibilidad de meterlo dentro por la puerta para ponerlo frente a Jesús.
¡Tuvieron romper el techo, para hacerlo entrar y para darle la oportunidad de una nueva vida!. Si comparamos este relato con lo que pasa con algunos de nuestros amigos, observamos que no se les mueve nada, parece que estuvieran paralíticos de espíritu.

¿Qué podemos hacer entonces?
¡Tendremos innumerables obstáculos que dificultarán ponerlos delante de Jesús para que los pueda perdonar y curar!. Por eso, nuestra tarea va a ser que romper muchos techos, esquemas y excusas. ¿Cómo?

No vamos a necesitar explicarles la doctrina ni recurrir a las palabras. Solamente si somos personas de oración personal y comunitaria, podremos recurrir al Espíritu Santo para que nos preste una camilla y la tome de los otros costados.

Con ese paso Jesús ayudará a nuestros amigos a llevar una vida más cristiana. Siempre y cuando, Él vea nuestra fe, escuche nuestras oraciones, y vea el sacrificio que hacemos para buscar la camilla.
Jesús, estaba deseoso de curar a mucha gente. Pero sólo curó a aquél que tenía amigos con mucha fe, con mucha vida interior.

¡No nos tenemos que olvidar que nuestro Dios hace cosas maravillosas!



Dones Sagrados del Espíritu Santo


Antes de nuestra oración personal o comunitaria, siempre es conveniente invocar al Espíritu Santo. El gran desconocido, la 3* persona de la Santísima Trinidad, que Jesús nos dejó cuando ascendió a los cielos. Es el Paráclito que quiere decir: abogado, consolador. Es el viento y aliento de Dios, que sopla en nuestras vidas cuando lo invocamos. Es el fuego sagrado que nos ilumina y calienta; y nos comunica siempre con Jesús y con Dios Padre.

Cuando lo invocamos con fuerza y con el corazón, derrama muchos dones y carismas; pero hay siempre que pedir que derrame sobre nosotros los 7 dones espirituales.
Es muy útil, pedir cada día por uno de ellos especialmente, de acuerdo a cada situación que se nos presente.

Sabiduría: para aprender el arte de vivir en plenitud, para tomarle sabor a la vida que nos toca vivir (sabiduría viene de sabor), y tomarle gusto a las cosas celestiales.

Inteligencia o Entendimiento: para comprender las verdades más profundas de nuestra fe, y para entender y discernir cuando Jesús me habla, a través de la palabra o de un eco de la palabra, algún acontecimiento, una persona que se cruce en nuestro camino, durante una oración o durante los sueños.

Consejo: para poder orientar a nuestros hermanos en el verdadero sentido de la vida.

Ciencia: para que podamos ver las cosas de este mundo con ojos espirituales.

Fortaleza: para sobrellevar las situaciones más difíciles de nuestra vida, soportar las imposibles, y mantenernos firmes en la fe.

Piedad: para reconocer el valor sagrado en todas las personas.

Temor de Dios: que no es miedo, para cuidarnos de no ofenderlo jamás.


(aporte de Ronnie)

Entrada Triunfal a Jerusalén

Evangelio de Lucas
Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén. Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: «¿Por qué lo desatan?», respondan: «El Señor lo necesita». Los enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: «¿Por qué lo desatan?». Y ellos respondieron: «El Señor lo necesita». Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar. Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino. Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto. Y decían:»¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!». Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos». Pero él respondió: «Les aseguro que si ellos callan, gritarán las piedras

Termina aquí la cuaresma y comienza la Pascua. Durante semanas nos estuvimos preparando para esto, porque la cuaresma nos va preparando para vivir el tiempo de Pascua, el paso salvador para nuestras vidas.

Desarrollo
Hace 3850 años, Abraham salió de Ur de Caldea (Irak) para dirigirse a las tierras de Canaan (Israel), cumpliendo con el mandato de Dios. Una enorme caravana de personas y animales fue avanzando paso a paso a lo largo de más de 2000 km. Establecieron una fiesta anual en honor a Javeh, y para el bien de todo el ganado, con el cual se alimentaban. Esa fiesta se realizaba al inicio de la primavera, y consistía en ofrecer el sacrificio de una animal de 1 año, macho, y perfecto, el cual debía comerse por completo. Las sobras se quemaban, y la sangre se ofrecía a Dios. Era la Fiesta de Pascua.
Al llegar a las tierras de Canaan y dejar de ser nómades, comenzaron a alimentarse de los bienes de la tierra. Establecieron una fiesta que duraba una semana, al comienzo de la primavera. Sólo debían comer pan ázimo (sin levadura), y beber vino. El jefe de familia bendecía la copa de vino, el de menor edad tomaba una jarra de agua y le lavaba las manos al jefe. Éste luego de secarse bendecía y repartía el pan ázimo cortado y el vino. Era la Fiesta de los Ázimos.
Ambas fiestas convivieron durante años. Cuando Moisés está cerca de sacar al pueblo judío de Egipto, coinciden esas 2 fiestas con la 10* plaga de Dios: la muerte de los primogénitos en Egipto. Dios instrye a Moisés para que una noche preparen un cordero o cabrito de 1 año, macho, perfecto, para ofrecerlo como sacrificio. Con su sangre debían untar los dinteles de las puertas de sus casas. A medianoche al pasar el ángel exterminador, donde las puertas tenían sangre, seguía de largo. Al día siguiente de la matanza, el Faraón liberó al pueblo de Israel, lo que se conoce como el Éxodo. La Fiesta de Pascua tomó el símbolo de festejar la salida de Egipto.
Durante los siguientes años, ambas fiestas se unieron en una sola.
Jesús, luego de recorrer durante 3 años la Galilea y Judea, hace su entrada triunfal en Jerusalén. El pueblo que se acercaba para festejar la Pascua lo reciben como un Rey, arroja sus mantos y agita ramos de olivos y palmeras (esto figura con detalle en los otros 3 evangelios). Jesús entra con una cría de asno y con su atuendo habitual.

Reflexiones para nuestras vidas
Jesús elige una cría y no un animal adulto. Estaría reflejando en este último, nuestra vieja vida; por eso elige la cría que nadie había montado, nuestra nueva vida.
Jesús nos está invitando a que lo dejemos que haga su entrada triunfal en nuestro corazón. Para eso, debemos tomar una acción; es ese desatar que aparece varias veces. Desatar todas aquellas cosas que nos impiden que el pueda entrar a reinar. No nos quiere como simples espectadores, quiere que nos metamos de lleno en esta semana santa.
Durante su entrada, interpretamos que el arrojar nuestro manto pude tratarse de arrojar nuestras máscaras, que nos impiden ser lo que realmente somos.
Si le abrimos el corazón, durante los 3 primeros días (lunes, martes y miércoles santos) se va a dedicar a tirar abajo nuestros prejuicios hacia la iglesia, el Papa y los sacerdotes; nos va a tirar abajo nuestras dudas, tristezas y miedos; tal como lo hizo al tirar las mesas de los cambistas y vendedores de palomas en el Templo de Jerusalén, a quienes trató como cueva de ladrones. Nos va a sacar todo aquello que nos roba lo que nos une a Él. También, nos va a profetizar la destrucción del Templo, tal como lo hizo a los judíos de esa época. Sí, nos va a destruir el viejo corazón de piedra, para construir de a poco un nuevo corazón. Fíjense que como los judíos lo rechazaron, 40 años más tarde, en el 70 de nuestra era, el emperador romano Tito, no sólo destruyo el Templo sino que al no quedar lugar para alojar a Dios (el arca de la alianza con las tablas de Moisés), desaparece el famoso grupo de los saduceos (esos aristócratas que ocupaban los puestos más importantes en el Sanedrin), y todos los sacerdotes ungidos por Dios. O sea, que desde entonces, el templo de Jerusalen pasó a ser un lugar de reunión, oración y enseñanza, en lugar de ser un lugar donde habitaba Dios. Aparece así, la sinagoga. Y los sacerdotes fueros reemplazados por los rabinos, los eruditos en la ley y maestros, pero sin ser ungidos por Dios. Por si esto no fuera poco, en el año 639 dC, las huestes de Mahoma luego de tomar Jerusalén, construyeron sobre lo que había sido el Templo de Jerusalén, la Mezquita de Al Aqsa (la 3* en importancia para el Islam, luego de La Meca y Medina). Luego, 50 años después, construyeron en Jerusalén la imponente Mezquita del Domo de la Roca, pero de menor importancia que la de Al Aqsa. Con esto, se descarta que el problema entre judíos y musulmanes sea sólo político y social.
Jueves Santo: Jesús nos invita a su Santa Cena, la institución de la Eucaristía, que desde entonces se celebra todos los días y en todo el mundo en memoria suya. En cada Eucaristía, Jesús se hace presente en cuerpo y sangre, ya que transformó el rito de la Fiesta de los Ázimos, reemplazando el pan y el vino. En lugar del cordero sacrificado de la Fiesta de Pascua, Él tomó su lugar por todos nosotros. Pero, antes de la cena, cambió la parte del rito en que el más jóven le acercaba una jarra con agua para lavar las manos al jefe de familia antes de la bendición. En su lugar, Él tomó la jarra, llenó un recipiente y lavó los pis de los apóstoles (escándalo para los judíos, ya que era una tarea denigrante sólo reservada a los esclavos). Con este gesto, Jesús se pone a nuestro servicio. ¿Lo creemos realmente? A partir de creerlo, nuestra vida cambiará de rumbo sin lugar a dudas. Ya no tendremos que depender de nada ni de nadie. Fijémonos lo que ocurrió con los apóstoles después de Pentecostés: un puñado de hombres, llevo su palabra a todo el mundo. Hoy, de los 6700 millones de personas, 1 de cada 3, sigue a Jesús o fue bautizado en su Iglesia. En realidad, seguidores fieles habrá menos de 150 millones.
Viernes Santo: Es el día de mayor recogimiento y de contemplación de su pasión y muerte. Ese día se exalta la cruz, y en el vïa Crucis se vive paso a paso cada momento.
Sabado Santo: Durante todo el día, se continúa con lo vivido el viernes. Al final del día se celebra la más importante celebración del año, que transforma nuestra oscuridad en luz. Domingo de Pascua: se celebra la resurrección de Jesús. Es el triunfo de Jesús sobre la muerte, y nuestro triunfo también sobre ella.

(aporte de Ronnie)

Sobre el Pecado y el Castigo

Uno de los temas más difíciles de comprender y que suele asustarnos, es cuando Dios interviene en la Biblia bajo la forma de amenazas, castigos y destrucción. Nos cuesta aceptarlos, por eso, aquí va una reflexión extraída del libro “El Camino de Dios con Israel y con nosotros” cuyo autor es Juan Manuel Martínez-Moreno. Quizá llegaremos a entender que esas amenazas y castigos, son un aspecto del plan salvador de Dios, y que no contradicen la revelación de un Dios bueno y lleno de amor.

Empezando por el relato del diluvio universal (Génesis 6,5-8.22), allí se describe la corrupción del mundo, el anuncio de la destrucción, la construcción del arca, la entrada y la promesa. Nadie podría asegurar que ese diluvio haya afectado a la tierra entera. Sólo entendiendo el género literario del relato, llegaríamos a la conclusión que se trataría de leyendas épicas en las que se han magnificado las inundaciones frecuentes en la zona de la Mesopotamia. Los autores sagrados inspirados por el Espíritu Santo, tomaron esas leyendas épicas para darnos una catequesis sobre la actuación de Dios contra el mal.
Así como el agua es fuente de bendición cuando riega la tierra, es fuente de destrucción cuando arrasa todo a su paso. La naturaleza a la vez que salva, destruye; y es precisamente destruyendo como puede salvar. Así como el agua destruye la tierra impía, eleva el arca de Noé, en la que se refugia. También en las aguas turbulentas del Nilo se salvó Moisés niño (Éxodo 2,3), y en la barca de Pedro se salvaron los discípulos de la tempestad (Mateo 8,25), el pequeño resto de Israel. Tres versiones bíblicas de la salvación de una barca que flota en aguas turbulentas.
Dios siempre interviene para que las aguas no destruyan a sus elegidos. Las aguas del mar Rojo dieron paso al pueblo de Israel, mientras que luego se precipitaron sobre el faraón y su ejército. Las posteriores invasiones asirias y babilónicas pueden compararse con los ríos desbordados que avanzan destruyendo a su paso los reinos corrompidos. Pero siempre dejaron un resto a salvo. De las nuevas Samaría y Jerusalén se salvó un pueblo humilde y pobre (Sofonías 3,12).

El bautizado era sepultado en el agua para destruir su cuerpo de pecado. Pero sobre las aguas del bautismo emerge el hombre nuevo que resucita con Jesús (Romanos 6,4.6). Las aguas que Dios destina para destruir al hombre pecador, destruyen el pecado, pero salvan al hombre y pasan a ser instrumentos de salvación.
Sin el diluvio, Noé y su familia habrían acabado sucumbiendo a la degeneración. Sin la destrucción del faraón y su ejército, Israel hubiese perecido. Sin la destrucción del mal de Sodoma, no se hubiese salvado Lot y su familia de la corrupción.

El verdadero castigo del pecado lo produce el mismo pecado. Quién peca contra sí mismo, se ocasiona un daño sin que tenga que venir Dios a castigarlo. El pecado activa los mecanismos de destrucción que acabarán recayendo sobre quién lo comete (Proverbios 11,17; 26,27).
Las amenazas son recursos del amor de Dios para atraer hacia Él a los que caminan hacia su perdición (Oseas 2,8-9; Jeremías 4,1). Dios sufre cuando estos últimos recursos de amor (una amarga medicina) no consiguen dar resultado (Amos 4,6-11).
Lejos de desconcertarnos por estas desgracias, pensemos que estos castigos no buscan la destrucción en sí, sino nuestra educación; y Dios nunca retira de nosotros su misericordia. Cuando corrige con la desgracia no nos está abandonando (2 Macabeos 6,12.16).

Cuando estamos lejos de Dios, es una señal de benevolencia inquietarnos y no dejarnos en paz. El hijo pródigo se acordó de volver a la casa del padre cuando se vio sin dinero, con hambre y solo. Si él hubiera conservado su fortuna, quizá, nunca habría vuelto a la casa del padre.
Viendolo desde esta perspectiva, ¡dichosos los fracasos, las enfermedades, las quiebras económicas y los desengaños que nos ayudaron a volver como el hijo pródigo! (Lucas 15,18; Oseas 2,9)

(aporte de Ronnie)

martes, 13 de julio de 2010

Por qué orar?

¿Por qué orar? ¿Para qué orar, si Dios ya tiene el perfecto control sobre todas las cosas? ¿Por qué orar, cuando Dios ya sabe lo que le pediremos antes de hacerlo?

Respuesta:
(1) La oración es una forma de servir a Dios (Lucas 2:36-38). Oramos porque Dios nos manda que lo hagamos (Filipenses 4:6-7).

(2) El orar es un ejemplo dado a nosotros por Cristo y la iglesia primitiva (Marcos 1:35; Hechos 1:14; 2:42; 3:1; 4:23-31; 6:4; 13:1-3).

(3) Dios decidió que la oración sea el medio para obtener Su intervención en determinadas situaciones:
a) Preparación para decisiones importantes (Lucas 6:12-13).
b) Para derrotar la actividad demoníaca en la vida de las personas (Mateo 17:14-21).
c) En la reunión de los obreros para la cosecha espiritual (Lucas 10:2).
d) Para adquirir fortaleza y vencer ante la tentación (Mateo 26:41).
e) El medio para fortalecer a otros espiritualmente (Efesios 6:18-19).

(4) Tenemos la promesa de Dios de que nuestras oraciones no son en vano, aún si no recibimos específicamente lo que pedimos (Mateo 6:6; Romanos 8:26-27)

(5) Él ha prometido que cuando oremos por cosas que estén de acuerdo a Su voluntad, Él nos las concederá (I Juan 5:14-15).

Algunas veces Él retarda sus respuestas, de acuerdo a Su voluntad y para nuestro beneficio. En estas situaciones, debemos ser diligentes y perseverantes en la oración (Mateo 7:7; Lucas 18:1-8) La oración no debe ser vista como el medio por el cual Dios cumple nuestra voluntad en la tierra, sino como el medio para hacer que la voluntad de Dios sea hecha en la tierra. La sabiduría de Dios excede sin medida a la nuestra.

En situaciones en las que no sabemos específicamente cuál sea la voluntad de Dios, la oración es el medio para discernirla. Si Pedro no le hubiera pedido a Jesús que le ordenara salir de la barca y caminar sobre el agua, él se hubiera perdido de esa experiencia (Mateo 14:28-29). Si la mujer sirofenisa cuya hija estaba poseída por un demonio, no le hubiera rogado a Cristo, su hija no había sido sanada (Marcos 7:26-30). Si el hombre ciego que mendigaba en las afueras de Jericó no hubiera llamado a Cristo, nunca habría recobrado la vista (Lucas 18:35-43). Dios ha dicho que muchas veces no obtenemos lo que pedimos, porque no sabemos cómo pedir (Santiago 4:2). En un sentido, la oración es como compartir el Evangelio con la gente. No sabemos quién responderá al mensaje del Evangelio, hasta que lo compartimos. Es lo mismo con la oración; nunca veremos los resultados de la respuesta a la oración hasta que oremos.

La falta de oración demuestra falta de fe, y falta de confianza en la Palabra de Dios. Oramos para demostrar nuestra fe en Dios, que Él hará conforme a lo que ha prometido en Su Palabra, y bendecirá nuestras vidas abundantemente, más de lo que pudiéramos esperar (Efesios 3:20). La oración es nuestro principal medio para ver la obra de Dios en la vida otros. Y siendo el medio por el que nos “conectarnos” al poder de Dios, es nuestro medio para defendernos del enemigo y su armada (Satanás y su ejército) ante al cual estamos indefensos para derrotarlo por nosotros mismos. Por eso, que Dios nos encuentre con frecuencia ante Su trono, porque tenemos un Sumo Sacerdote en el cielo, que puede identificarse con todo por lo que atravesamos (Hebreos 4:15-16). Tenemos Su promesa de que la oración ferviente del hombre justo puede lograr mucho (Santiago 5:16-18) Que el nombre de Dios sea glorificado en nuestras vidas, creyendo en Él tanto como para acudir con frecuencia ante Él en oración.

(aporte de Ronnie)

El Silencio y la Oración


El silencio y la oración están íntimamente interrelacionados, y son los soportes básicos y esenciales de nuestra vida espiritual. Sin estos soportes es muy difícil o imposible, prosperar espiritual y socialmente. El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe, el amor, el servicio y la paz.

El silencio interno es la puerta a la vida interior y se necesita abrirla diariamente, aunque sólo sea durante un pequeño periodo de tiempo. Es la actitud que tienen las personas que quieren encontrarse a sí mismos.

El silencio externo es la falta de ruidos. Ayuda a poseer el silencio interno y a practicar la oración. Somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras.

El silencio es muy apreciado e imprescindible entre las personas que se aman, ya que muchas veces hace que las miradas sean elocuentes, mucho más que las palabras.

El verdadero silencio no es encerrarse en la habitación o en uno mismo para no oír, ni ver lo que sucede en la familia, en la escuela o en la sociedad. El silencio es una situación llena de dicha, belleza y paz, que conducen a gtandes descubrimientos.

La cultura del ruido
La antítesis del silencio es el ruido, interior y exterior. La vida moderna rechaza el silencio. Estamos llenos de ruido, de gente por todas partes y en todo momento, no dejando ni un minuto para la paz interior. Para lograr el silencio hace falta acallar el ruido que producen nuestros pensamientos, pasiones y sentimientos, que dificultan escuchar a nuestra propia conciencia, sobre los problemas, preocupaciones y otras cuestiones personales.
El ruido genera más ruido, pues hay que levantar la voz para entenderse, y al levantar la voz se eleva el nivel de ruido. Es una cadena que prácticamente no tiene fin. Es muy difícil, pero no imposible, que cuando uno está inmerso en la cultura del ruido entre en la cultura del silencio, la soledad y la meditación.

Se necesita un profundo silencio para poder concentrarse y rebuscar internamente las herramientas que hacen falta para que en los momentos de meditación, de conversación con uno mismo y con Dios, sean del máximo aprovechamiento. Son momentos de silencio, escogidos, necesarios, apreciados e incluso amados, que cada uno se puede regalar. Se necesita el máximo silencio interno para maximizar la concentración.

La virtud del silencio
El silencio como virtud debemos estimularlo, preparando nuestra vida con espacios, situaciones u horarios especiales de silencio, donde no lleguen los ruidos.


El silencio bien llevado puede ser un ruido muy fuerte para otros.
El silencio del envidioso está lleno de ruidos.
El silencio es el patrimonio de los fuertes.
El silencio es un argumento difícil de refutar.
El silencio es, después de la palabra, el segundo poder del mundo.
El silencio no vuelve loco. Lo que vuelve loco es el ruido.
El silencio por omisión es la gran mentira.
El silencio puede ser la conversación de las personas que se quieren. Lo importante no es lo que se dicen, sino lo que no es necesario hablar.
En el silencio se puede escuchar la voz de Dios.
Es muy difícil aprender de los silencios ajenos.
Hay que guardar silencio si uno no tiene nada mejor para decir.
Guardar silencio a veces ofende más, pues impide la réplica.
Hay que procurar que las palabras sean mejores que el silencio.
Hay silencios insoportables, para los que tienen demasiado ruido dentro de ellos mismos.
Los silencios son unas de las artes más grandes de la conversación.
Manejar el silencio, es más difícil que manejar la palabra.
Más vale un prudente silencio, que una verdad poco caritativa.
No hay que romper el silencio si no es para mejorarlo.
Nos conviene volver al silencio para saborear la paz interior y reconocernos a nosotros mismos.



(aporte de Ronnie)

lunes, 12 de julio de 2010

Discípulos de Emaús

1. Leemos el Evangelio de Lucas 24,13-35

13 Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, 14 y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. 15 Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; 16 pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran. 17 El les dijo: - ¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando? Ellos se pararon con aire entristecido. 18 Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: - ¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella? 19 El les dijo: - ¿Qué cosas? Ellos le dijeron: - Lo de Jesús el Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; 20 cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. 21 Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. 22 El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, 23 y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía. 24 Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron. El les dijo: - ¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! 26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria? 27 Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras. 28 Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. 29 Pero ellos le forzaron diciéndole: - Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado. Y entró a quedarse con ellos. 30 Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. 31 Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado. 32 Se dijeron uno a otro: - ¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras? 33 Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, 34 que decían: - ¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón! 35 Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo le había conocido en la fracción del pan.


F Orientaciones para la lectura

ð Según el evangelista Lucas, María Magdalena y las demás mujeres que estaban con ella, discípulas de Jesús que lo habían seguido desde Galilea, fueron al sepulcro el primer día de la semana y lo encontraron vacío. Allí, unos ángeles les dijeron: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado”.

Ellas les anunciaron todo esto a los apóstoles, pero a ellos su testimonio “les pareció un desatino y no las creyeron” (Lc 24,1-11).

ð Esta falta de fe es la razón de la desesperanza de Cleofás y del otro discípulo que, tras la crucifixión del Señor, abandonaron Jerusalén y se dirigieron a un pueblo llamado Emáus. El evangelio de este domingo nos sitúa ahí, en ese escenario, como testigos de lo que les pasó a los dos discípulos que huían de Jerusalén.

ð Cuando escuches o leas el evangelio, elige cómo situarte: si como espectador/a de la escena, o como protagonista de la misma, como si fueras un discípulo o discípula que vivió esa experiencia.

ð vv.13-26:

§ Fíjate en lo que se dice de los discípulos, en lo que hacen, dicen y en cómo se sienten.

  • Observa que se van de Jerusalén, según dijo el Señor Jesús: “Todos os vais a escandalizar, según está escrito: ‘Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas’”. Probablemente los discípulos huyen para no correr la misma suerte que su maestro.

  • Van hablando y discutiendo de lo que ha pasado: “Jesús Nazareno, profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante el pueblo, ha sido condenado a muerte y crucificado”. Se sienten defraudados, decepcionados (“Nosotros esperábamos... pero...”). Se sienten tristes y vacíos de esperanza.

  • Reconocen que “algunas mujeres les han sobresaltado” con la noticia de que Jesús está vivo, pero no creen, porque las mujeres y los que después fueron al sepulcro (Pedro), no le vieron a Él.

  • Los discípulos necesitan pruebas, como Tomás. Necesitan ver para creer. Pero sus ojos son incapaces de reconocer a Jesús cuando se acerca y se pone a caminar con ellos.

  • Fíjate en que, cuando Jesús se acerca a ellos, se interesa por sus vidas, por lo que les pasa. Les pregunta, les escucha, y ellos se confían a Él.

ð vv.25-27:

Jesús les recrimina su falta de fe y les explica todo cuanto se refiere a Él en la Escritura.

ð vv.28-31:

  • Cuando llegan al pueblo, Jesús hace ademán de seguir adelante, pero ellos le apremian diciéndole: “Quédate con nosotros”. Y Jesús se queda con ellos. Es el Emmanuel, el Dios-con-nosotros (Mt 1,23), el Dios que cumple su promesa: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20).

§ Observa que esa presencia del Resucitado se hace realidad, sobre todo, en la fracción del pan. Sólo cuando Jesús compartió la mesa con los discípulos, como tantas veces había hecho durante su vida terrena, sólo cuando repitió el gesto de la última cena, sólo entonces pudieron reconocerlo como su Maestro y su Señor. Ante el gesto familiar, conocido, se les abrieron los ojos.

ð vv. 32-35:

  • Fíjate en la diferencia que hay en los discípulos al principio y al final del relato, tras el encuentro con el Señor. Los dos han sufrido una transformación: sus ojos ahora pueden ver, su corazón está despierto, asombrado, ardiendo de fe. La palabra del Maestro ha encendido su fuego en ellos, y los que huían, ahora son capaces de levantarse (verbo de la resurrección) y regresar a Jerusalén a dar testimonio. Allí, en la comunidad abandonada, crece la fe al compartirse. Quienes permanecieron, les anunciaron que el Resucitado se había aparecido a Simón. Y ellos contaron cómo le habían conocido en la fracción del pan.

ð Observa que el relato de Emaús es una catequesis eucarística. Lo que les pasa a los discípulos tiene la misma dinámica de nuestras celebraciones Eucarísticas de hoy:

  1. El Señor nos sale al encuentro y “se mete” en nuestra vida para darnos la suya. Quiere que le contemos lo que vivimos, cómo nos sentimos, cómo estamos = Ritos iniciales.
  2. El Señor nos explica la Escritura para iluminarnos y encender nuestra fe = Liturgia de la Palabra.
  3. El Señor parte para nosotros su pan para alimentarnos y crear comunión = Liturgia eucarística.
  4. Quedamos transformados/as en apóstoles, enviados a anunciar el evangelio por todas partes = Ritos de despedida.

2. Meditamos el Evangelio

1. Contempla a los discípulos en el camino: su falta de fe y esperanza, su decepción, su desilusión, su miedo... Ellos consideraban a Jesús como un “profeta poderoso en obras y palabras”. Pusieron los ojos y las esperanzas en ese “poder”, y quedaron confundidos y escandalizados cuando Jesús murió débil y despreciado por los poderosos en una cruz.

· ¿Alguna vez has visto vacilar tu fe porque Dios no ha respondido a tus peticiones, no ha hecho lo que tú esperabas, no se ha manifestado como tú pensabas?

· ¿Alguna vez las “cruces” de tu vida o del mundo te han hecho desesperar de Dios?

· Cuando te sientes abatido o preocupado, ¿le confías a Dios tus preocupaciones con la certeza de que Dios cuida de ti (cf. 1 Pe 5,7)? Así dice el Salmo 55,23: “Descarga en el Señor tu peso, y él te sustentará”.

2. Jesús les explica las Escrituras y los discípulos sienten que arde su corazón mientras le escuchan.

· ¿Lees a menudo la Biblia, en especial los Evangelios? ¿Oras con ellos?

· ¿Has experimentado alguna vez que la Palabra de Dios te ha infundido una fuerza y esperanza que no tenías? ¿Sientes arder tu corazón cuando escuchas el Evangelio en cada Eucaristía?

3. Los discípulos sienten un gran deseo de estar con Jesús y le piden que se quede con ellos.

¿Sientes tú esa misma necesidad de estar con Él? ¿Dedicas, todos los días, un tiempo a la oración?

4. Los discípulos le reconocen presente y resucitado cuando hace el gesto de la última cena: la fracción del pan. Todos los días el Señor, en su Iglesia, en cada Eucaristía, parte el pan para nosotros.

¿Cómo vives ese momento? ¿Es la Eucaristía el principal alimento de tu vida creyente?

5. Los discípulos, antes abatidos y desalentados, se levantan”. La Eucaristía transforma, levanta, alienta, moviliza sus pasos. Sienten la necesidad de contar a Jesús, anunciar lo que han visto y oído.

¿Te sucede a ti lo mismo cada vez que participas en la Eucaristía o rezas?

6. Los discípulos vuelven al lugar donde estaba la comunidad reunida. La Eucaristía crea comunión y comunidad.

¿Te sientes integrado y unido a tu Iglesia, a tu comunidad parroquial?

Video: Camino a Emaús

(aporte de Gaby)
Si no puede visualizar haga click aqui:
http://www.youtube.com/watch?v=IXaIGcTs844&feature=related


jueves, 8 de julio de 2010

Orar de la manera correcta

Cuando oramos de la manera correcta no estamos pidiéndole a Dios que haga algo. Dios nos inspira a actuar en su lugar para hacer su voluntad en la Tierra. Somos los emisarios de la divinidad en el planeta. La verdadera oración es el método, la visualización, que Dios espera que usemos para discernir su voluntad y aplicarla a la dimensión física. "Venga a nosotros tu Reino, hágase Tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo".