lunes, 6 de septiembre de 2010

El Hijo Pródigo

Lucas 15,1-3.11-32
En aquel tiempo 1 se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo. 2 Y los fariseos y los letrados murmuraban entre ellos:
- Ése acoge a los pecadores y come con ellos. 3 Jesús les dijo esta parábola:
- 11 Un hombre tenía dos hijos; 12 el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”. El Padre les repartió los bienes. 13 No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
14 Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. 15 Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país, que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. 16 Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. 17 Recapacitando entonces se dijo: “Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan mientras yo aquí me muero de hambre. 18Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; 19 ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.
20 Se puso en camino adonde estaba su padre: cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.21 Su hijo le dijo:- Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. 22 Pero el padre dijo a sus criados:
- Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; 23 traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, 24 porque este hijo mío estaba muerto y revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado. Y empezaron el banquete. 25 Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, 26 y, llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. 27 Éste le contestó:
- Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud. 28 Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. 29 Y él replicó a su padre:- Mira, en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; 30 y cuando ha venido ese hijo tuyo, que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado. 31 El padre le dijo: Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: 32 deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado.


Orientaciones para la lectura
Si vamos a ver el contexto de la parábola del hijo pródigo, encontraremos que ésta viene después de las dos parábolas que tratan sobre el tema de lo perdido y encontrado (la parábola sobre la oveja perdida y la moneda perdida y encontrada). Por eso, según algunos autores, el título de la parábola del hijo pródigo tendría que ser "el hijo perdido y encontrado”. Esto viene subrayado por las palabras del padre, al final de la parábola: “En cambio, tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado.” (v. 32) Pues, profundicemos más nuestra reflexión a través de las características o puntos importantes que nos transmiten los protagonistas de la parábola.


El hijo menor que recibe la confianza y el perdón del padre: El hijo menor es una persona en la que el padre confía. Cuando pidió a su padre la parte de la herencia que le correspondía, la parábola no dice que el padre le pusiera alguna objeción o le cuestionara. En seguida dice que el padre les repartió la herencia (vv. 12-13). Vemos que el padre respeta la libertad de su hijo menor y reconoce su responsabilidad. Seguramente que el padre concibe a su hijo menor como una persona que sabe vivir su libertad con responsabilidad. De lo contrario, no le habría dado su herencia.
Sin embargo, el hijo menor fue irresponsable. Gastó su herencia sin dar importancia a la confianza que el padre había depositado en él. Pero después, reconoció su falta y se volvió a la casa de su padre. El padre, sin pedir cuentas, ni poner condiciones, recibió a su hijo menor en sus brazos. No se pronuncian palabras de perdón, pero más significativas que estas palabras son las obras de perdón. El padre restituye al hijo pródigo sus derechos de hijo. El vestido más rico lo constituye en huésped de honor. El anillo lo capacita de nuevo para proceder como hijo. Las sandalias lo declaran hombre libre. Es otra vez el hijo libre de un labrador libre, no uno de los jornaleros que van con los pies descalzos. Sacrificando el becerro cebado se inicia una fiesta de alegría. El hijo es admitido de nuevo en la comunidad de mesa de la casa paterna. La alegría festiva en el corazón del padre no puede contenerse y llena toda la casa.


El hijo mayor: La actitud del hijo mayor caracteriza la postura de las observaciones críticas de los fariseos y de los doctores de la ley. Hemos de recordar que esta parábola fue contada por Jesús a ese colectivo religioso que criticaba su relación con publicanos pecadores. Las expresiones del hijo mayor: «sin desobedecer nunca una orden» o «tantos años que te sirvo» (v.29) aluden, alegóricamente, a la actitud religiosa de los fariseos frente a Dios.


El padre como símbolo del amor de Dios: El padre personifica el amor de Dios. Un amor, una misericordia incondicional, abierta, ilimitada, que no sólo se vuelca sobre el pecador arrepentido (el hijo menor), sino también sobre el crítico intransigente (el hijo mayor), que se obstina en su incomprensión.


Al considerar todo esto, podemos concluir que la parábola del hijo pródigo es una espléndida caracterización del mensaje salvífico de Jesús, el gran predicador del Reino. En la mentalidad de Lucas, es clara la magnanimidad de Dios, sobre todo cuando se trata de abrir de par en par las puertas del Reino a un pecador arrepentido. Además, la parábola es un ejemplo de la «proclamación del año de gracia del Señor» (Lc 4,19; Is 61,2a). La misión de Jesús, su encargo de anunciar a los oprimidos la buena noticia de la liberación (Lc 4,18-19) cobra su plena actualidad en Jesús (Lc 4,22). Jesús mismo anunció: «El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido» (Lc 19,10). Nada podrá apartarle de su misión y, mucho menos, la actitud de los que prefieren encastillarse en su concepción personal de la justicia y de la fidelidad, en vez de sumarse, con corazón alegre y abierto, a la celebración del amor, a la fiesta de la comprensión, a la aceptación del descarriado que vuelve al padre.



(aporte de Lily, fuente: http://www.discipulasdm.org/biblia/lectio_divina/lectio_ciclo_C/lectio_4_cuaresma_1_cecilia.htm )