sábado, 23 de octubre de 2010

Enviados con la fuerza del Espíritu Santo

Jn 20, 19-23
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Juan
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Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes". Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".

Estas preciosas promesas nos hablan de la intimidad de Dios en nuestros corazones. El evangelio nos enseña que los que aman a Dios se convierten en verdaderos templos de la presencia del Padre y de Jesús.
Sólo esa presencia de amor poderoso hace posible cumplir de verdad los mandamientos de Dios. Pero luego aparece alguien más haciéndose presente en la intimidad de los creyentes: el Padre enviará el Espíritu Santo. Él es el que enseñará todo a los discípulos para que puedan comprender las enseñanzas de Jesús. Y en realidad él no enseñará cosas que Jesús no haya dicho, sino que “recordará” y hará comprender en profundidad las palabras de Jesús.

El nombre “Paráclito” es una expresión griega que significa ‘llamado junto a’, es decir, el que uno invoca para que esté a su lado. Como cuando uno grita a un amigo para que lo ayude y acompañe. Llamarle “consolador” puede reducir su función, ya que el Espíritu Santo viene a estar con nosotros no sólo para consolarnos en la aflicción, sino para fortalecernos, enseñarnos, acompañarnos, renovarnos y especialmente para hacer presente a Jesús y recordarnos el verdadero sentido de su evangelio. Sin este fuego y esta luz del Espíritu Santo “no hay nada bueno en el hombre, nada que sea inocente”. Sin su luz, todo está manchado por la mentira.

Sin el impulso de su amor, todo se enferma de egoísmo. Sin su poder, el hombre se aparta del verdadero camino y su corazón queda vacío.

P. Víctor M. Fernández

(aporte de Lore)

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