sábado, 23 de octubre de 2010

Les Doy mi Paz


Jesús ofrece su paz, y promete también la alegría (16, 22). La paz y la alegría son dos necesidades profundas del corazón humano, pues dan seguridad e intensidad, serenidad y entusiasmo.

Pero no hay que confundir esta paz con un estado de ánimo en que nada nos inquieta, en que realidad no nos interesa nada de nadie, porque estamos cómodos en nuestro propio egoísmo. Esa es en realidad la paz de los cementerios, esa es la falsa paz de los que han dejado morir la capacidad de amor que Dios puso en sus corazones, lo más valioso que llevaban dentro.

La paz de Jesús no es la serenidad psicológica del que vive cómodo en su mundo. La paz de Jesús es otra cosa, es la seguridad que dan su presencia y su amor en medio de las angustias y preocupaciones.

De hecho, el mismo Jesús experimentó angustia y alteraciones interiores (11, 33; 13, 21). Por eso Jesús aclara cómo nos regala su paz divina: "No la doy como la da el mundo" (14, 27). La paz y la alegría que Jesús da son de otro nivel, más profundo y valioso; no brotan de las seguridades del mundo, sino del amor: "Si me amaran..." (14, 28).

El que se deja amar por Jesús y reacciona amándolo y sirviendo al prójimo, encuentra la verdadera paz de su corazón, la paz que los intereses del mundo no nos pueden dar.

Y esa paz que nosotros podemos vivir es superior a la que podían vivir los apóstoles antes de la muerte de Jesús, porque ahora nosotros podemos gozar de la presencia de Jesús resucitado en nuestra intimidad, que derrama su gracia y la fuerza de su amor. Por eso Jesús decía a sus discípulos: "Si me amaran, se alegrarían de que yo me fuera al Padre" (v. 28).


(aporte de Pablo; una reflexión sobre el Evangelio de Juan 14,23-29)

23. Jesús le respondió y dijo: "Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y en él haremos morada. 24. El que no me ama no guardará mis palabras; y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
25. "Os he dicho estas cosas durante mi permanencia con vosotros. 26. Pero el intercesor, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, Él os lo enseñará todo, y os recordará todo lo que Yo os he dicho. 27. Os dejo la paz, os doy la paz mía; no os doy Yo como da el mundo. No se turbe vuestro corazón, ni se amedrente. 28. Acabáis de oírme decir: "Me voy y volveré a vosotros". Si me amaseis, os alegraríais de que voy al Padre, porque el Padre es más grande que Yo. 29. Os lo he dicho, pues, antes que acontezca, para que cuando esto se verifique, creáis




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