lunes, 8 de noviembre de 2010

Un Pensamiento sobre la Verdad de Nuestro Destino de seres humanos

Mensaje de monseñor Ramón A. Dus, obispo de Reconquista, con motivo de la Solemnidad de todos los santos y Conmemoración de los fieles difuntos (1-2 de noviembre de 2010)

La Conmemoración de nuestros seres queridos que han partido nos trae la nostalgia de su presencia, y también la conciencia que un día hemos de partir. La muerte sella la verdad de nuestros límites.Agradecidos a la Vida, por el don inmerecido que gozamos, todos igualmente sentimos el impulso de aprovecharla en el modo más digno y fecundo. Seguramente por esto la tradición cristiana colocó antes del recuerdo de nuestros muertos y de nuestro destino final, la fiesta, o mejor la solemnidad de todos los santos (el 1 de noviembre).

Los santos, aunque a veces desconocidos para su tiempo, son y han sido cristianos que supieron vivir, muriendo a sí mismos. Supieron vivir su existencia impregnándola de amor, de bondad y de un entrega transformadora. Una entrega transformadora de sí mismos y de su medio social por las obras que emprendieron y que les sobrevivien.O tal vez, y quizás mejor y simplemente sea por la obra de su misma vida hecha ofrenda que hace válido todo gesto que emprendieron.

Santo es el que ama.

Santo puede ser quienquiera que escuche esa voz interior que lo estimula a la bondad, y se deja guiar por ella.


Santidad es hacer luminosa la vida. Es encontrar una razón alegre para emprender cada mañana la tarea propia, esa que depende especialmente de mí: esa vocación íntima.

Santidad es mantenernos íntegros y coherentes en los valores a pesar de todo. Es no dejarnos corromper por favores, intereses o ventajas. Es perseverar en la honestidad para romper el círculo vicioso de los pequeñas o grandes actos de corrupción.

Entonces, así, aunque a veces luchando y sufriendo, la vida entusiasma, para gastarla y hacerla ofrenda, agradecidos al Dios de la Vida. Por todo esto, la muerte, entonces, aún con su cuota de temor que infunde, se puede transformar, se transforma en la puerta de la gloria. (Puerta de la gloria en Dios, para entrar en el gozo del Señor; y también la muerte es y puede ser puerta de la gloria en la memoria de hombres y mujeres que necesitan de testimonios, para vivir el heroísmo cotidiano).

Que el Señor nos conceda a todos transitar el camino de la historia que construimos cada día, con el evangélico sentido de la entrega; porque de ese modo allí, en el lugar propio donde hoy estamos, nos dignificamos, nos ennoblecemos y porque también nos necesitamos recíprocamente, en esta árdua tarea, que es justamente vivir.

(aporte de Pablo que nos dice "Amigos de Marana-tha; les quiero compartir este texto que me gusto muchisimo por su conexion directa entre nuestra Vida terrenal y espiritual; les deseo que llegue tan profundo como lo fue para mi; un abrazo grande para Todos!")

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